Asistimos, hace unos días, a una manifestación más del malestar social que inunda nuestras calles y nuestras almas. Esta vez les tocaba el turno a las personas discapacitadas, que se concentraban en Madrid convocados por el Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI) para denunciar el recorte de derechos que vienen sufriendo al amparo de la crisis económica.
Mientras tanto, yo sigo creyendo que se puede hacer algo, y algo distinto, tal y como leía en una de esas citas para las que es difícil acertar con su autoría pero que no por ello deja de tener sentido, “si quieres un resultado diferente, tendrás que hacer las cosas de manera distinta”.
Y sigo aportando mi granito al proyecto de la Casa de Pepe Bravo. Sigo buscando amigos y conocidos que sumen su esfuerzo al resto para contribuir en la campaña de Crowdfunding que montamos con el objetivo de sacar adelante un proyecto para construir un deshidratador solar de frutas y verduras. Y todo esto en un marco más amplio, porque de lo que se trata es de seguir adelante con el proyecto de la Casa de Pepe Bravo, que no es otro que dignificar a las personas en situación de desamparo, dándoles, no solo cobijo, sino también un puesto de trabajo con el que se lleguen a sentir autónomos.
Por eso yo no concibo aportar y retirarme. Por eso sigo insistiendo, buscando alternativas, porque creo que no basta con mi modesta aportación económica. Porque considero que eso es “beneficencia” y no es compromiso.
Y en mi compromiso me lanzo a la aventura de buscar ayudas que muchas de las empresas, sobre todo multinacionales de distintos sectores, convocan anualmente auspiciadas por eso que hoy llamamos RSE. Pues sí, para muchas empresas el ayudar económicamente a un proyecto puntual entra dentro del marco de su política de Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa, que también aquí podremos incluir otras instituciones más próximas al ámbito de lo público.
La sociedad les exige estar “comprometidos” y formar parte activa en el desarrollo de la comunidad. Pero esto debe diferenciar la Responsabilidad Social de la caridad, la ayuda social y económica o las donaciones, pues la RSE debe alejarse de las actividades de filantropía, mecenazgo o beneficencia para lograr un cambio en la organización que tenga su reflejo en la misión, la visión y los valores, hasta configurar así la identidad y la cultura de la misma para después transmitirla en la cadena de valor hasta su entorno.
Y sin embargo, bienvenido sea este dinerito, ¿para qué nos vamos a engañar?, con la que está cayendo…Pero, ¿por qué estas empresas o instituciones se quedan ahí;¿Por qué no ven más allá?; ¿Acaso no saben que se puede hacer más?
Pues sí, se puede hacer más. De hecho, el proyecto que queremos financiar no es más que un pequeño salto para salvar las barreras del camino. Lo que de verdad interesa no es que estas personas de la Casa de Pepe Bravo y del Centro Especial de Empleo de Arte de mis Manos, se queden ahí, sino que sean capaces algún día de saltar al vacío de la empresa ordinaria con su paracaídas bien armado, como uno más.
Ya hay empresas que no se han conformado con una aportación finalista a la campaña, ya sea económica o en especies, sino que se han comprometido directamente con el proyecto preguntando qué pueden aportar ellas al conjunto global. Otras empresas e instituciones han mostrado su compromiso para analizar todas las posibilidades de participación utilizando todos los recursos que el proyecto de Arte de Mis Manos pone a su disposición, desde la compra de artículos solidarios en su tienda virtual para sus empleados o para regalos institucionales o corporativos, hasta convocar talleres, cursos o seminarios en la Casa. Y hay hasta quien va más allá y ha sido capaz de descubrir qué puede suponer un proyecto como este para su empresa, comprometiéndose a estudiar, en adelante, las posibles vías que permitan la integración laboral de algunas de las personas del Centro en el seno de su corporación, ya sea directamente o con acuerdos de colaboración.
Por eso lo que pretendemos es concienciar a las empresas, a las grandes y a las pequeñas, de que la Responsabilidad Social, la ética y el compromiso van más lejos que la beneficencia. Que las personas de la Casa y del Centro Especial de Empleo, como los más de 90.000 discapacitados que se manifestaban por las calles de Madrid, no piden más que un trato digno, igual que los sanitarios en las puertas de un hospital o los educadores en los centros escolares.
Y pese a todo, pese al abanico de ayudas y de incentivos económicos o fiscales que nuestro sistema laboral contempla para que las empresas incluyan entre sus filas a personas discapacitadas, o llegar a acuerdos con Centros Especiales de Empleo para poner en marcha enclaves laborales, pese a los esfuerzos en formar y “capacitar” a estas personas, pese al tiempo invertido, pese a la ilusión puesta en un “futuro”, pese a todo ello, todavía son muchas las empresas que no miran en la dirección correcta.
Pero hay que acabar bien, como acaban el día nuestros amigos y amigas de la Casa, agradeciendo todo lo bueno, y por eso, porque es bueno y porque hay que hacerlo, también quisiera acabar dando gracias a esas empresas que se han atrevido a acercarse a nuestro proyecto, a despojarse de la coraza de la competitividad y el afán económico que “nuestro entorno” les exige, y que han sido capaces de “comprometerse a su manera y con sus recursos”, sabedores de que lo que han hecho igual no formará parte nunca de sus memorias de Responsabilidad Social, no podrán, no necesitarán o no querrán “justificarlo”.
Gracias a esas empresarias y empresarios comprometidos, que creen que otro modelo es posible, y no solo porque otro mundo es posible sino que, como decía el economista José Luis Sampedro, otro mundo es seguro.