Precioso testimonio de Andrés Méndez, uno de los mejores amigos de Pepe Bravo:
"Mariló me dice que, como yo era amigo de Pepe Bravo, escriba algo que pueda servir de información a quienes pudieran tener curiosidad por saber quién era Pepe Bravo, el fundador de LA CASA DE PEPE BRAVO.
- Coincidimos en 1972 en una búsqueda o indagación espiritual que tenía como base el yoga. Ahora todo el mundo sabe lo que es el yoga pero entonces apenas se conocía. Esa inquietud fue el lazo que nos unió durante 38 años. Y por este motivo recorrimos, se podría decir, casi medio mundo. Después de tanto recorrer llegamos a la conclusión de que hay que caminar menos por fuera y más por dentro. Las investigaciones en el campo de lo no visible fueron, hasta el final, una inquietud constante en Pepe Bravo. ¿Por qué caminábamos juntos?. Porque éramos hermanos. A veces este tipo de amistad intensifica más la relación y el entendimiento que entre los hermanos de padre y madre.
Una curiosidad sobre esta afinidad: Paqui, su mujer, le comentó en una ocasión a mi hija refiriéndose a nosotros: “ ¡ No lo puedo entender, con lo distintos que son, lo bien que se llevan ! ”. Siempre estuvimos de acuerdo en todo. Nunca discutimos por nada.
- Como trabajador era incansable y como inteligente y hábil, fuera de serie . Le “metía mano” a todo. Tenía una extraordinaria destreza para hacer cualquier cosa y bien. Sabía mucho de muchas cosas. Su fuerza física era increíble y la voluntad de hierro cuando se proponía algo. A veces se proponía muchos algos a la vez y alguno tenía que esperar. Por ejemplo:
Se hizo una vivienda en la terraza alta de su edificio y para tapar la ventana del dormitorio-baño puso provisionalmente sobre el hueco de la pared una tabla de madera, atada con una cuerda, mientras hacía una arabesca definitiva. En la ventana del otro dormitorio, por el mismo motivo, puso un cartón. El aire helado de la sierra entraba en invierno por allí como Pedro por su casa. Así durmió y así vivió años y años, con la tabla y el cartón, mientras dedicaba su tiempo a otros algos.
No eran estos los únicos huecos por tapar. Un invierno, en uno de esos espacios “ahuecados”, el más grande de la casa, cogí un resfriado que casi me dura todavía a pesar de estar, creía yo, abrigado. Por contra él hacía frente a las inclemencias de diciembre y enero con su uniforme habitual: Un mono y sus antoñitas : unas alpargatas
de suela de coche y cintas de romano con una tira de cuero en el empeine y otra en el talón, lo que suponía llevar el 60% del pie al aire. De esta guisa se presentó en una ocasión en un banco para avalar a dos colegas que recurrieron a él para esta operación. Los colegas no sabían qué hacer para “disimular” en ese momento a las “antoñitas”. No es que no tuviera ropa, su familia le tenía los armarios llenos, pero en esto era de piñón fijo. Alguna vez lo vi con calcetines y jersey, era porque había cogido un resfriado de primera división que se curaba con hierbas . Así le duraba. Siempre se curaba con ayunos, plantas y remedios caseros. Destilaba plantas y hacía mejunjes curativos. Tenía una verdadera herboristería con productos recogidos del campo. El era así. Es lo que había.
- No he conocido a nadie que trabajara tanto como Pepe Bravo: De sol a luna y de lunes a lunes. Pero siempre haciendo lo que quería, lo que le gustaba, lo que le daba la gana. Cuando lo despedimos en la iglesia de Parcemasa en Málaga, sonó en la megafonía la ranchera “Yo soy el rey” , que nos conmovió a todos:
“ Con di-ne-ro y sin di-ne-ro …, siempre hago lo que qui-e-ro … ¡ mi voluntad es la leyyyyyy … !
Ese día lo acompañé por última vez, desde la iglesia, a través de los pasillos interiores del edificio mortuorio, con la única compañía del empleado que empujaba al féretro, hasta el mismísimo pie del horno crematorio. Solo faltó introducirme allí con él como antes habíamos hecho, juntos, en tantos y tantos lugares y ocasiones. Y a su lado estuve hasta que me echaron de allí. ¿Sería consciente de mi acompañamiento hasta ese límite final ? ."
(CONTINUARÁ)
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