jueves, 5 de julio de 2012

Testimonios sobre Pepe Bravo (parte II)


"-  Trabajó como catorce chinos juntos, montó cooperativas, instaló talleres, reparó todo lo que le llevaron o cayó en sus manos; nadie se iba de su taller sin ser atendido porque era extremadamente servicial. Trotaba de pueblo en pueblo y de taller en taller arreglando máquinas. En el campo “rodaba piedras ” – como él decía - y no se cansaba de  desbrozar, escardar, podar, sembrar, recolectar, regar y labrar el “Hornillo”, su Hornillo, donde se refugiaba siempre y se sentía contento.


En una ocasión, en el Hornillo, que está en la sierra, cuando tenía cargado su vehículo con naranjas, nos dimos cuenta de que una rueda estaba pinchada y su reacción fue reírse a carcajadas por el despiste: Naranjas abajo, cambio de rueda, vuelta a cargar y, en todo momento, cantando y riéndose. Contento. A su tío, que era el dueño de las naranjas, no le dio un infarto de milagro porque, además, habíamos llegado tarde para que las naranjas pudieran llegar a su destino.


- A veces le daba por hacer caminatas de supervivencia que significaba lanzarse al campo sin más alimentos que los que recogía  por el camino. Era vegetariano. En estas caminatas no lo seguí. En las subidas al Hornillo e ir a beber agua en el manantial del nacimiento de algún río sí. Y en dormir la siesta entre los maizales recién regados en pleno verano o sobre una piedra en lo alto de la sierra, en la que saltaba como un gamo, también. La sierra, su sierra, a la que lo llevaron en su última escalada el 3 de mayo de 2010.


-  Disfrutamos de la naturaleza exterior y batallamos en la interior. Nuestro tema era constante: ¿ De dónde venimos ?  ¿ Adónde vamos ?  ¿ Por qué y para qué hemos venido ?  ¿Qué tenemos que hacer aquí ?.  Me decía, tirándose de las barbas, que no se iría de este mundo sin aclarar  “este cotarro”. Irse se ha ido. ¿ Aclarado … ?


- Montó una fábrica y se complicó la vida . Dio mucho trabajo a muchas personas y pienso que ganó dinero. Digo pienso porque nunca hablamos sobre este tema. Ni yo le preguntaba ni el me lo comentaba. Nuestro motivo de conversación era otro. Pero las subidas al Hornillo se distanciaron y terminaron. 


Cada vez construía más, producía más y trotaba más, pero vivía peor: El aire continuaba entrando en pleno invierno en su refugio. Las ventanas continuaban sin colocar. 


-  Yo seguía yendo a su casa y comíamos  gachas con cuscurros de pan frito, leche y miel, los dos solos, junto al humero. Y hablábamos, hablábamos, hablábamos mientras echábamos troncos en la chimenea y los contemplábamos chisporretear al saltar en la lumbre mientras atizábamos el rescoldo y lo avivábamos soplando con el tubo. A veces fuera llovía y hacía frío, mucho frío. El tema era siempre el mismo: De dónde venimos, adónde vamos… Inacabable e indescifrable. En ocasiones nos acompañaron algunos amigos de su infancia con los que él discutía, y discutía y discutía. A voces. Muchas voces.


-  Un día, una de esas noches, le dejé un libro de Moody . Era una nueva investigación del autor norteamericano de “Vida después de la vida”. La investigación consistía, después de hacer una limpieza corporal de semi ayuno y mental  a través de la meditación , en ponerse, con una luz tenue, frente a un gran espejo y mirar lo que  pudiera aparecer en él. Según el autor se verían muchas figuras, algunas hasta se saldrían del espejo. Cuando volví de nuevo por Alozaina le pregunté: Pepe, ¿ hiciste lo del espejo ?.Y me respondió, sí, empecé pero no tuve valor para seguir. Bueno, la palabra valor la sustituyó por otro término más expresivo. Hay que tener en cuenta que  entonces   vivía solo en la casa, en ese caserón, era de noche e invierno, silbaba el aire al entrar por las rendijas y no rendijas y llovía fuera. Como en las Leyendas de Bécquer.


-  La fábrica creció y creció. Y se lo comió. La producción se fue a Marruecos y se encontró con un muerto que tenía que mantener vivo mediante una UCI. En esas circunstancias le surgió una idea acorde con su forma de ser:


En el pueblo hay viejos, me dijo, que están como están muchos  viejos cuando son viejos. Si yo me los traigo aquí vivirán mejor. Tendrán sitio para sembrar cosas , lo que a ellos les gusta, echan de menos, están acostumbrados y les servirá de entretenimiento . Cosas que echaremos en la olla junto con las del Hornillo: Tomates, pimientos, patata, cebolla…. Así, de nuevo, esto cobrará vida; cobrará vida al mismo tiempo que será útil y se hará una buena obra. “Porque veo viejos en los bares del pueblo esperando que alguien “ les eche un café” ya que muchos de ellos se lo han dado todo a los hijos y ahora no tienen ni para ese café  - añadía – “.  


 Dicho y hecho. Y empezó a taladrar el edificio,  como si fuera un queso, para adaptarlo a la nueva finalidad. Martillo o machota y cincel en mano abría muros, derribaba tabiques, comunicaba espacios, construía escaleras, aprovechaba huecos …, se destrozaba vivo. Pero contento, muy contento, siempre contento.


Lo que “aquella criatura” trabajó y las toneladas de hierros de la exfábrica que personalmente arrastró y tiró no tiene parangón. 


 Y después de tan titánicos esfuerzos aparece la Junta de Andalucía diciendo que aquello no reunía condiciones para alojar viejos.


   -  Como lo de los viejos “no ha salido” - me dijo -, he pensado que los niños …  Y aquí tenemos de nuevo a Pepe Bravo haciendo literas para  niños y niñas como un descosido, arrastrando por un lado todo lo que pillaba a su paso o le daban, y tirando por otro, para hacer hueco, todo lo que sobraba en aquellos enormes espacios llenos de máquinas, hierros y recortes de tejidos.  Los niños le gustaban muchísimo y tenía mucha habilidad para tratar con ellos. Siempre que recurrían a él los trataba  con mucho cariño y comprensión. Les resolvía todo lo que necesitaban. Y los niños le correspondían en el afecto."


(CONTINUARÁ)

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